viernes, 4 de diciembre de 2015



Los niños necesitan límites. Decir «no» al niño ayuda a reforzar su carácter y le aporta disciplina. Le enseña a tolerar el no conseguir lo que desea y a manejar la satisfacción retardada y, en último término, le enseñará a decirse «no» a sí mismo.



EL ARTE OLVIDADO DE DECIR “NO”. 
 Carl Honoré

No hay una receta mágica para ser padres. El primer paso para relajarse sería dejar de lado el perfeccionismo. La ansiedad y las dudas son una parte natural de la educación y no una señal para comenzar a controlarles al milímetro incluso con más firmeza.
 La infancia no es una carrera que sólo pueden ganar los mejores, los niños alfa. Cada niño es diferente. Observe a las personas de su entorno social que más admira: comprobará que han seguido varios caminos hasta llegar a ser adultos.
 Muchos de ellos probablemente hayan madurado tarde. Y la mayoría han prosperado en la vida gracias a no haber sido controlados al milímetro desde su nacimiento.
Aún así, una menor atención no es siempre la mejor solución. Tenemos que actuar con mano dura si queremos proteger a nuestros hijos del consumismo. Por eso, muchos padres de todo el mundo han emprendido una campaña para impedir a las empresas poner anuncios publicitarios en los colegios. 
Hay también una reacción contra la tendencia a celebrar fiestas de cumpleaños por todo lo alto. Son numerosos los padres que están poniendo límite al importe de los regalos e incluso eliminándolos por completo. Otros acuerdan con los invitados un importe máximo. En otras palabras, los padres están aprendiendo de nuevo el arte olvidado de decir “no”.
Hay muchos niños hoy día que realmente necesitan escuchar con más frecuencia la palabra “no”. Aunque, al mismo tiempo que invertimos tiempo, dinero y energía en ayudar a nuestros chicos a tener un currículo impecable, tendemos a titubear cuando se trata de impartir disciplina. Parece más fácil decir sí a jugar una hora más con la Nintendo o a que dejen su cuarto desordenado. Pero los niños necesitan disciplina y firmeza de vez en cuando. 
Los límites les ayudan a sentirse seguros y a estar preparados para la vida en un mundo construido a base de compromisos y reglas. A veces, los niños necesitan que les digamos “no”.
                        
                                            

Durante generaciones, crecer fue una tarea fácil: ibas a la escuela unas horas al día, practicabas deporte y tenías alguna afición, y el resto del tiempo jugabas. O quizá soñabas despierto. 
 Bajo presión no es un manual para padres sino una llamada a la acción: podemos hacerlo mejor. Para ello hay que desacelerar el ritmo, rebajar la tensión y la angustia, prescindir de la competitividad y crear espacios existenciales y relacionales donde sea posible la vida inteligente, emotiva y propia.

             

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